TÚ LA LLEVAS

Disculpará el lector que ante una situación de tan extrema gravedad utilice como símil un juego infantil. Pero no se me ocurre ninguno más acertado.  Se trata de no ‘pringarse’ y de conseguir la propia exculpación buscando alguien en quien descargar el marrón.

Hoy me he desayunado escuchando los comentarios del  periodista Melchor Miralles, en su programa matinal, sobre la investigación del caso Madrid Arena y sobre las imputaciones que parecen desprenderse de aquélla.

Y no he podido por menos de evocar los años de mi niñez, cuando nos bajábamos a la calle y jugábamos a ‘tula’. ‘Tú la llevas’, decíamos, al tiempo que conseguíamos impactar en el cuerpo de algún compañero de juegos y convertirlo en perdedor. De la habilidad de éste para alcanzar a su vez a alguien más lento o menos hábil, dependía seguir manteniendo o no la condición de tal.

Resulta que a la hora de hacer negocio y obtener beneficio,  todos quieren estar en la pomada. El problema está en aguantar el tirón cuando vienen mal dadas. Lo ocurrido en el Madrid Arena la pasada noche de Halloween pudiera tener la consideración de trágico accidente si no mediasen conductas reprobables y actuaciones interesadas que lo hubieran de algún modo propiciado.

Por lo que parece desprenderse de los primeros informes policiales, no fue la mera explosión de unas bengalas lo que originó el desastre, sino la aglomeración que se produjo en el momento estelar de la noche, coincidiendo con la esperada actuación del estadounidense Steve Aoki. Aglomeración que no habría alcanzado las dimensiones que cobró, si no se hubiese duplicado el máximo aforo permitido y si se hubieran adoptado las medidas de seguridad necesarias. Según el informe policial, se calculan en unos 22.000 los asistentes al macroconcierto, cuando el aforo de la sala gira en torno a los 9.600; se vendieron alrededor de 19.000 entradas, y se estiman en unos 3.000 los que, a lo que parece con clara permisividad por parte de los responsables del control, accedieron a la sala sin retratarse en taquilla. Si a esto unimos la reducida plantilla de seguridad -35 vigilantes jurados y 75 auxiliares- la inecuación resulta evidente. Tampoco parecen de recibo los 9.000 euros asignados al apartado de seguridad en el contrato suscrito por DivierTT; la cantidad resulta insultantemente exigua si consideramos el importe de lo recaudado por los organizadores.

Es llegado el momento  de sustanciar responsabilidades y, como era de esperar en una sociedad de pícaros y oportunistas, nadie quiere asumirlas, ni en todo ni en parte. El Ayuntamiento y los representantes de ‘Madrid, Espacios y Congresos’, descargan su responsabilidad en DivierTT, empresa organizadora del evento. Por su parte, ésta se exculpa de cualquier imputación, alegando que la seguridad correspondía a Seguriber, empresa subcontratada al efecto. Y esta última asegura que el contrato suscrito con DivierTT se limitaba al control del espacio exterior del recinto.

En definitiva, y como reza el dicho popular, aunque tampoco resulte muy feliz traerlo a colación en estos momentos, ‘entre todos la mataron y ella sola se murió’.

No entraré a considerar aquí el viaje  a Portugal de la alcaldesa Ana Botella -cuya pretendida inoportunidad ha brindado a la oposición buena carnaza que morder-, o el incumplimiento por la Administración de las condiciones exigidas en la Ley de Espectáculos a la hora de contratar los servicios de un promotor presuntamente insolvente. Ni tengo elementos suficientes para pronunciarme, ni es éste mi propósito; juzguen quienes cuentan con la información y la autoridad necesarias para hacerlo. Sí he de coincidir con Jaime Lissavetzky en que han de depurarse responsabilidades para conseguir que ‘nunca vuelva a suceder algo parecido. Se lo debemos a las jóvenes fallecidas, a sus familias y a toda la ciudadanía’.

En el soneto que hoy compongo para la ocasión, un -considero que oportuno- aviso para navegantes:

La fortuna convoca a mil amigos,

que disfrutan la miel de la bonanza,

apuran el placer, llenan la panza,

y se quedan mirando sus ombligos.

 

Luego, cuando les toca ser testigos

del llanto y el dolor, la confianza

que dijeron tener se vuelve lanza,

y los abrazos, dardos enemigos.

 

Vigilad las lisonjas y amistades

que en los buenos momentos nos ofrecen

quienes dicen guardar fidelidades.

 

Pues con el temporal las aguas crecen,

la calma se transforma en tempestades,

y amigos y lealtad desaparecen.

 

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