SONRÍE, IRAILA

Hace tiempo que no publico un nuevo post. Como ya comenté en otra ocasión, la historia se repite constantemente; lo noticiable acaba resultando cotidiano y, tristemente, uno acaba acostumbrándose a lo que no habría de pasar desapercibido, a lo que debería persistir como permanente denuncia e irrenunciable compromiso.

Aun así, a pesar de que un mecanismo de natural defensa trate de hacernos cada día menos sensibles ante el dolor propio o el ajeno, es imposible alcanzar la total inmunidad, y cada día asistimos a algún nuevo sobresalto.

IRAILA 4La pasada semana, sin ir más lejos, me sentí sacudido por una tristísima noticia. Un  sentimiento de profunda pena y de rebelde inconformismo me empujaban a manifestar la angustia que me invadía. Pero preferí dejar que el tiempo hiciera su labor y esperar unos días, en la confianza de conseguir de este modo una reflexión más serena y equilibrada.

A todos nos ha conmovido profundamente el caso de Iraila Latorre, la pequeña concursante de ‘La Voz Kids’. Una niña que, como todos los participantes, acudía al programa con la ilusión de ver hecho realidad un hermoso sueño. Puso lo mejor de sí misma; y su voz, como las mejores, convenció. Lágrimas de alegría, de emoción incontenida, de ilusionada esperanza.

Pero esperanza era justamente lo que a Iraila no se le concedió. La terrible enfermedad y la muerte la esperaban muy cerca, sin asomo de compasión. ¡Qué tristeza y qué injusticia! Ver cómo el viento se desata y troncha inmisericorde el pequeño tallo a punto de florecer mientras respeta el tronco añoso, cargado de fatiga.   O peor aún: arrebatar la inocente sonrisa, limpia, llena de ilusiones y conceder próspera longevidad a la risa sarcástica de quienes tienen –y en ocasiones muestran con manifiesta jactancia- un corazón endurecido, cuando no podrido y repugnante.

Es duro reconocer tamaña injusticia y arbitrariedad, aunque no nos quede otra que aceptarla como inevitable. En ocasiones se trata de un error o un descuido de la naturaleza; en otras, el desastre lo provoca el afán depredador, un instinto que entre los humanos -más sofisticado por más inteligente- se tiñe de egoísmo, por más que tratemos de camuflarlo tras teorías pseudofilosóficas, éticas o religiosas.

Puedo entender –aunque no lo comparto- el intento de sublimar el dolor para hacerlo más soportable y convertirlo en fuente de venturas. Por el sufrimiento hacia la gloria, por la privación ascética hacia la elevación mística. Desde que tenemos conciencia histórica, bajo dogmas, preceptos y ritos distintos y cambiantes, esta ha sido una constante en las distintas civilizaciones. Ningún psicólogo podrá nunca encontrar mejor receta para la resignación y la aceptación del dolor y de la desgracia sobrevenida, que convertirlas en moneda de cambio para una futura –y generalmente concebida como eterna- compensación. Yo me niego a aceptarlo.

Entiendo que los padres a quienes el destino les entregó un hijo con graves deficiencias se vuelquen en cuidarlo, y que cualquier gesto de comunicación de su pequeño suponga para ellos enorme recompensa. Seguramente también, la desgracia supondrá un fuerte lazo para la pareja, que les endurecerá y hará más fuerte su relación. Pero no creo que convenga calificar el hecho como ‘una bendición de Dios’. Lo sería, sin duda, un hijo sano y fuerte, con un futuro que construir.

El caso de Iraila, como tantos otros que permanentemente sacuden nuestros sentimientos, IRAILA 6no debemos atribuírselo a Dios. Resulta un gesto de insoportable hipocresía que hablemos del Creador como de un ser bondadoso, ‘Padre amoroso’ y le hagamos responsable directo del dolor, la injusticia, la miseria y la sinrazón. Son la propia Naturaleza, por error estadístico o por azaroso accidente, o  el instinto depredador –sin duda más sofisticado y cruel en la especie humana que en el resto de especies menos desarrolladas- quienes distorsionan el normal curso de la creación.

Tampoco entenderé que –entre los cristianos- se proponga a Jesús de Nazaret, infatigable defensor de la comprensión, el diálogo y la caridad entre los semejantes,  como alguien que valorase positivamente el sufrimiento humano. Una cosa es luchar por la equidad y la justicia y aceptar con entereza el sacrificio y el dolor sobrevenidos en esta búsqueda, y otra bien distinta esgrimirlos como bandera o como tabla de salvación. El mismo Cristo,  al percibir el sacrificio al que la pertinaz defensa de los humildes y el mantenimiento a ultranza de su doctrina social estaba a punto de conducirlo, suplicó : Si es posible, pase de mí este cáliz. Y no pudo evitar sentir, en la culminación de su sacrificio, el dolor del abandono.

Quien se sienta cristiano, que luche por conseguir una sociedad más justa, más equitativa, donde se respete a la persona y se provea su bienestar, donde se persigan la extorsión, la usura, la especulación… Y si esa lucha requiere sufrimiento, adelante. Pero no justifiquemos el dolor en sí mismo como algo deseable –en el discurso de algunos, como un privilegio-.

IRAILA 3Querida Iraila, sentimos que no estés ya entre nosotros, que tu vida se haya cortado de raíz. Nos alegra, eso sí, saber que tuviste ocasión de sentirte enormemente feliz, de ver tus sueños cumplidos, aunque sólo fuera por unas semanas. ‘A partir de ahora, voy a seguir sonriendo’, dijiste en tu última intervención ante las cámaras. Para ti, nuestro recuerdo; y para  los tuyos, nuestra condolencia por tan dolorosa pérdida y nuestra congratulación por el tiempo que les fue concedido disfrutar de tu hermosa sonrisa.

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No habrá de gozar más quien más sufriera,

ni es el dolor en sí digno y loable;

sí habrá de ser tratado de honorable

aquél que más justicia consiguiera.

 

Hasta la inmolación  llegar quisiera

quien sueña con un mundo respetable,

con una Humanidad justa y amable:

por su sueño lograr, la vida diera.

 

Si la verdad requiere sacrificio,

esfuerzo y privación a quien la sigue

y se da por entero a su ejercicio;IRAILA, 5

 

si ha de sentir dolor el que persigue

el bien, justo será que su servicio

favor pueda alcanzar, que al Cielo  obligue.

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Una respuesta a SONRÍE, IRAILA

  1. Rafa dijo:

    Qué penica lo de esta niña. Tan pequeña y tan grande…

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