Naciste cual nacieron tus hermanos,
del mismo acto de amor, del mismo vientre;
mas la naturaleza te fue esquiva,
y siendo, cual los otros, ser humano,
fuiste considerado ‘diferente’.
Se te calificó de error, de ser extraño
que ocultar a los ojos de la gente;
sin amor, sin futuro ni esperanza…
solo la de aguardar el que algún día
que algunos deseaban no lejano,
acabara llevándote la muerte.
Si hoy hubieras nacido, te aseguro
que nunca así te hubiéramos tratado.
Puede que tú no tengas la destreza
o el firme caminar de tus hermanos,
ni que seas igual de inteligente;
pero tienes el corazón de un gran gigante,
eres todo bondad, y das cariño
sin doblez ni egoísmo, a manos llenas.
Porque eres ingenuo e inocente,
generoso y veraz; y –cosa extraña,
gesto ‘anormal’ sin duda, tristemente-:
eres capaz, sin miedos ni tapujos,
de decir a la cara lo que sientes.